viernes, 25 de septiembre de 2009

Viejos Jóvenes



Viejos Jóvenes


Quienes han nacido después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial – conocidos como “baby-boomers” - pertenecen a las más venturosas generaciones. Es que al culminar la primera mitad del siglo XX el mundo entero desechó conformidades y rituales antiguos para dar libertad a las nuevas generaciones para que en nuevas filosofías y acciones de vida que son las que hoy, en pleno siglo XXI, toda persona que atraviesa su sexta década de vida en más tiene el derecho de disfrutar. Así es que en esta sociedad del mismo modo que los jóvenes redefinen sus roles y su papel en ella, quienes transitan su tercera edad empiezan a reivindicar nuevas funciones con más fuerza que en el pasado.
Los jóvenes, en este mundo globalizado del siglo XXI tienen una apretada agenda en la búsqueda de su camino por la vida. Ellos van consumiendo sus mejores energías juveniles, ocupados en crecer, perfeccionarse en conocimientos, insertarse en la sociedad, ya sea por medio de un trabajo, un oficio, una profesión. Luego la formación de pareja y de alguna manera establecerse. Por eso al promediar la sexta década de vida es cuando se puede comenzar a vivir plenamente, poniendo en práctica toda la experiencia adquirida en el transcurso de la misma. Cada pérdida sufrida reporta una experiencia ganada. El sexagenario del siglo XXI tiene una vida mucho más enérgica y activa, sin las connotaciones de aislamiento o soledad que, en su más profunda ambivalencia, encierran las palabras vejez, ancianidad, senectud, senilidad, vetustez. Palabras éstas que deben ser eliminadas del glosario por ser negativas y discriminatorias.
Pero recordemos que muchas personas capaces, genios o no, pueden florecer temprana ó tardíamente; no importa a que edad comiencen a producir, lo que importa es que podamos hablar de su producción más allá de su edad. Las artes, las ciencias, el mundo de los negocios nos dan infinidad de ejemplos. Es decir que cuanto más fértil sea una persona después de haber llegado a su sexta década de vida, más feliz será su ella en su tercera y cuarta edad.
Vamos a hablar sobre Giuseppe Verdi, una emblemática personalidad que a partir de su sexta década de edad culminó su obra de vida con la misma fuerza que tenía cuando su juventud.
Verdi, viudo desde largo tiempo, contrajo un segundo matrimonio con Giuseppina Strepponi, ex cantante de ópera y vieja amiga suya, cuando el compositor estaba promediando la cuarta década de existencia. Verdi y Giuseppina obviamente estaban muy seguros de su relación. Y tan seguros estaban que su casamiento al final de la década de 1850, fue un evento tranquilo, como algo que había sido muy pensado durante la larga convivencia que tuvieron antes de pasar por el altar. El 29 de agosto de 1859 la pareja se unió en matrimonio en la parroquia de la iglesia de San Martín de una pequeña villa piamontesa.

Ellos convivían en un equilibrio del perfecto, no porque fuesen iguales, sino porque se complementaban. Peppina era de mente abierta y tenía un gran sentido del humor mientras que Verdi era más complicado, callado y sarcástico. Ella era diplomática, él podría ser violento. Ella era naturalmente franca y agradable, él era irónico y mordaz con un carácter bastante intemperante. Ella se manejaba bien con los idiomas mientras que él encontraba difícil comunicarse verbalmente en cualquier idioma que no fuese el italiano. El francés de Giuseppina era excelente al igual que su español. Ella tradujo para Verdi las obras sobre las cuales él se basó para componer Il Trovatore y Simon Boccanegra .
Su relación de cincuenta años fue de afecto mutuo y respeto – aunque a mediados de 1870 apareció el inevitable pelo en la sopa, lo que llamaríamos la crisis de la mitad de la vida en Giuseppe Verdi. Al mencionar “la crisis de la mitad de la vida de Verdi” a sus ya bien cumplidos 60 años, nos referimos a la mitad de su vida laboral. Obviamente de ninguna manera queremos significar que Verdi vivió hasta los 120 años.

Es en la década de 1870 cuando Verdi trabaja con la misma pasión de sus años jóvenes y produce obras maestras como el Réquiem, en memoria de Alessandro Manzini, el novelista más admirado por Verdi. En 1875, la Misa de Réquiem es interpretada en la Iglesia de San Marcos en Milán bajo la batuta del mismísimo Giuseppe Verdi quien ya cuenta con 62 años. En 1880,trabaja en la revisión de Simón Boccanegra, ópera compuesta y estrenada 23 años antes. Quiere rejuvenecer la ópera que creara cuando tenía 44 años ahora que él ya ha cumplido los 67. Y al cabo de seis meses consigue finalizar la revisión de Boccanegra. Además está dando forma, junto con Arrigo Boito, al libreto de Otello.
En 1884, a sus 71 años, Verdi comienza la composición de Otello, ópera que finalizará dos años más tarde, cuando ya tiene cumplidos 73 años. Un año más tarde estrena Otello en la Scala de Milán. Otello es considerada por muchos la más grande entre las óperas de Verdi. Verdi maneja la orquesta en Otello con maestría. Otello es una gran obra y su lenguaje nos resulta tan directo hoy como pudo resultarle al público milanés de hace más de un siglo. Otello es una obra de arte musical que es puro Verdi, no refleja la influencia de ningún otro compositor.
Y sigue luego con más trabajo y más ímpetu. A los 75 años compone “Laudi a la Vergine Maria”, la cual la publica como Nº 3 de “Cuatro piezas Sacras”. Un año más tarde – ya tiene 76 - es cuando compone “Ave Maria sulla scala enigmatica”. Y luego la divertida “Falstaff”, la única ópera digna de ser el broche final para un compositor de la talla de Giuseppe Verdi. Después de celebrar su septuagésimo séptimo cumpleaños dice que necesita cerrar su labor componiendo una ópera cómica, ya que “las bromas y risas de la comedia son un estimulante para la mente y para el cuerpo”. “Manos a la obra con Falstaff. Olvidemos los obstáculos, mi edad y los achaques”
Después de dos años de arduo trabajo teme por la conclusión de su obra. Temor que no es más que coquetería de viejo-joven-viejo zorro que a pesar de este discurso: “Cuando era joven, podía pasarme 10 o 12 horas en mi escritorio, trabajnado sin cesar, a pesar de mi mala salud. Más de una vez me ponía a trabajar a las 4 de la mañana y no paraba hasta las 4 de la tarde, tomando sólo una taza de café para mantenerme en pie. Ahora no puedo hacerlo. En aquellos tiempos, controlaba mi salud y mi tiempo. Ahora, por desgracia, las cosas no son así. Concluyendo: lo más conveniente ahora y en el futuro es decir no puedo y no haré la menor promesa en relación con Falstaff. ¡Pasará lo que tenga que pasar y como tenga que pasar!”
Termina de componer “Falstaff” a los 79 años Al comienzo de la octava década de su vida comienza a ensayar Falstaff, algunas veces hasta 8 horas diarias. El 9 de febrero de 1893 se estrena la ópera en la Scala de Milán. Desde su mismo estreno, Falstaff ha sido recibida con entusiasmo y con admiración; parece increíble que una ópera con un calor tan vital y un lirismo tan alegre haya sido obra de un octogenario. Octogenario que despide a su personaje Falstaff garabateando en la partitura de la obra
“Tutto é finito. Va, va, vecchio John”

Más aún
Tiene 81 años cuando compone la música para un ballet y hace algunos arreglos para el estreno de Otello en Francia. A sus 82 años comienza a componer el Te Deum que será publicado como el Nº 4 de “Cuatro Piezas Sacras”. A los 83 años trabaja en el “Te Deum” y “Stabat Mater”, el Nº 2 de ‘Quatro Piezas Sacras’.
Más no es la edad la que lo va a derrotar a este viejo luchador sino la vida en su inexorable andar. En 1897 Giuseppina, su amante compañera por 50 años e incansable apoyo a través de los más y de los menos de la vida, lo deja para siempre.
A partir de ese momento Verdi – con 85 años a cuestas – decide permanecer en su suite del Grand Hotel en Milán. Desde ahí supervisa la construcción de la Casa de Reposo, hogar de retiro para músicos pobres. Para este proyecto había comprado en 1889 un terreno en la ciudad de Milán. Y en 1899, con 86 años, funda oficialmente la Casa di Reposo.
Él ya había donado para la construcción de un nuevo hospital para los pobres jornaleros de granja y sus familias en Villanova, aunque en esa oportunidad contribuyó con dinero y en esta ocasión supervisó los trabajos.
Pero Verdi no sólo fue un “joven-viejo activo” en la faz laboral sino también lo fue en el aspecto sentimental. Giuseppina no sólo era una mujer muy inteligente y bien-educada, ella también era una mujer paciente y sabia, y capeó el temporal sentimental que provocó la tormenta creada cuando el afecto de Verdi hacia ella se convirtió en desamor. El sexagenario compositor se enamoró perdidamente de la soprano Teresa Stolz.
La soprano checa Teresa Stolz había actuado como solista en la representación del Réquiem de Verdi y en la mayoría de las interpretaciones efectuadas en Italia, así como en la gira por Europa. Había sido la amante del director Angelo Mariani y a sus 40 años era una mujer de gran atractivo. Había intimado con los Verdi y hubo rumores insistentes sobre la verdadera naturaleza de su relación con el compositor.
La Stolz ha sido descrita como una mujer intrigante y ambiciosa que había abandonado a Mariani por Verdi. Se decía de encuentros clandestinos de la “amorosa pareja” Verdi -Stolz en un lujoso hotel de Milán. El ya tenía 62 años, lo que es, según nuestros standards actuales el comienzo de la 3ª edad.
Giuseppina estaba al tanto de estos devaneos sentimentales y le escribió una carta comprensiva y amistosa a la Stolz.: “Nosotros te queremos. Tú lo sabes, lo crees y te alegras de creerlo. Puedes estar segura de que conservaremos nuestros sentimientos hacia ti el resto de nuestros días”.

Es imposible saber si lo que unía al compositor con la admirada soprano era un mero sentimiento romántico o algo más profundo. En 1864 la Stolz tenía 30 años cuando hizo su primera aparición en Italia, cantando en Il Trovatore en Spoleto y al año siguiente ella cantó triunfalmente la Juana de Arco de Giuseppe Verdi. Este fue el comienzo de la carrera de uno de las más requeridas cantantes en Europa. Su popularidad se acrecentó por haberse convertido en una de las favoritas cantantes de Verdi. Los encantos de la Stolz (19 años más joven que Giuseppina) provocaron los celos – no infundados – de la señora Verdi. El compositor, profundamente enamorado de Teresa la eligió como la primer soprano de Aída en Italia y luego para las premieres mundiales de Don Carlo y el Réquiem.

Debemos quebrar este momento sentimental echando por tierra la imagen romántica de don Giuseppe. Verdi amaba la buena mesa y era un buen cocinero. Como prueba de amor él no le enviaba a su “prima donna” favorita – la Stolz – flores o joyas sino recetas de comidas. Así luego del éxito en la presentación de su Misa de Requiem, le envió como prueba de amor y admiración un paquete conteniendo un pechito de cerdo y una carta con la receta secreta para preparar el plato.

“Mi querida te recomiendo que recuerdes los siguientes pasos para cocinar apropiadamente este pechito de cerdo. 1) Sumerge la carne en agua tibia durante 12 horas para remover la sal.
2) Luego ponlo en agua fresca y fría para hervir a fuego lento durante 3 horas y media, o quizá 4 si el pechito es muy grande. Tu podrás darte cuenta si está cocido pichando la carne con un escarbadiente. Si éste entra fácil eso significa que el pechito está cocido. 3) Déjalo enfriar en su propio caldo y luego sírvelo. Debes ser especialmente cuidadosa acerca de la cocción. Si la carne es demasiado dura no está bien y si está demasiado cocida la carne se volverá seca y fibrosa”.

Agotada, triste y desconcertada, Giuseppina salió de este tumulto emocional después de siete años de angustia e incertidumbre con su dignidad más o menos intacta, aun cuando la situación no fue resuelta completamente.
Una paz relativa, o más bien una tregua, volvió a la casa de los Verdi por 1877. La discreción es la palabra más adecuada para calificar a la situación. La correspondencia entre las dos mujeres durante el 'el ménage à trois' son una lección de retórica de comentarios oblicuos, amenazas veladas y apelaciones escasamente ocultadas. Después de 1877 sus cartas eran menos frecuentes y asumieron un tono diferente, casi fraternal, dándose consejos la una a la otra sobre vestidos y encajes, pieles y mobiliario.
Por más herida que Giuseppina hubiera estado durante ese tiempo terrible, ella siempre estuvo al lado de Verdi y nunca perdió su afecto profundo y amor por él. Es de hacer notar que fue en esa época cuando Verdi había mostrado un comportamiento muy desconsiderado hacia ella, siendo sus usuales momentos de silencio seguidos por violentos abusos verbales y psicológicos.
Ella seguía siendo su incansable apoyo, muy importante en los años maduros cuando la actividad de Verdi pareció crecer acorde a una creatividad inusitada que lo llevara a seguir con la revisión de Simon Boccanegra y el nuevos Otello y Falstaff.
Lo cierto es que la amistad de la Stolz con los Verdi no se interrumpió, y tras la muerte de Giuseppina, Teresa siguió siendo la amiga abnegada del compositor en su sus últimos años.
Giuseppina Verdi Strepponi se murió a Sant'Agata el 14 de noviembre de 1897. Una carta escrita a ella por Verdi cincuenta y un años antes, en 1846 - una carta que nadie alguna vez vio excepto el escritor y el destinatario - sería puesta sobre su corazón y se enterraría con ella, de acuerdo con su último deseo en su testamento.
¿Es demasiado sentimental lamentar el hecho que el sobre no se encontró hasta después de que el ataúd fue sellado?
Ella nunca consiguió que su marido dejara su posición agnóstica: no obstante sus últimas palabras a él fueron:
' Y ahora el addio, mi Verdi. Así como nosotros estuvimos unidos en la vida, pueda Dios reunir nuestros espíritus en el Cielo. '
Detrás este gran hombre estuvo esta gran mujer, por cierto. Giuseppina Verdi Strepponi reafirma el viejo adagio de que son pocas las mujeres que puedan compartir su vida con un genio creativo malhumorado y difícil como ella lo ha hecho.
El magnífico compositor falleció a los 88 años, para ser precisos el 27 de enero de 1901 en el Grand Hotel de Milán.
De entre la multitud reunida para dar el último adiós al músico que descansaría junto a Giuseppina en el cementerio municipal de Milán, se oyó una voz que comenzaba a cantar muy sosegadamente “Va, pensiero, sull’alli dorate”.

Al año siguiente – 1902 - Teresa Stolz, la “soprano para Verdi”, dejó de existir.

Tiempo después, Giuseppe, Giuseppina y Teresa fueron a dormir en paz a la Casa de Riposo, donde como en un cuento de hadas, el amor sobrevive a la muerte. El gran compositor duerme su sueño eterno junto a las dos mujeres que tanto lo amaron. Giuseppina a su derecha y Teresa a su izquierda.


Bibliografía:
DIGAETANI, John Louis: Invitación a la Ópera Javier Vergara Editor S.A. Buenos Aires. Argentina, 1989
OSBORNE, CH.: Verdi. Londres, Macmillan London Ltd.1978





1 comentario:

  1. muy buen articulo. Excelente. Siga asi escribiendo que realmente es un placer.
    Por que no escribe un articulo sobre mi???. Atentamente
    Giacomo Puccini

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