miércoles, 2 de diciembre de 2009

Afuera Sopla el Viento

"Nosotros debemos a las edad media las dos peores invenciones de humanidad
el amor romántico y la pólvora."
André Maurois




Afuera sopla el viento,
el viento del invierno que levanta polvo de nieve
…”
Bernardo de Troisson, trovador (circa 1175)

La reina Leonor de Inglaterra se emociona con la canción. Piensa que ya hace tres años ese joven trovador suspira por su amor y que debe hacer algo por él.
Se levanta, se acerca a Bernardo mirándolo a los ojos, y lo besa en la boca. El desdichado, al que el deseo ha atormentado desde hace treinta y seis meses, le hace comprender a la reina con un gran suspiro que necesita algo más para encontrarse mejor.
Las habitaciones de Leonor no están lejos. Ella se muestra comprensiva...

Durante su estancia en Poitiers, Leonor vuelve a reunir la corte de amor que formara ya en Poitiers, antes de convertirse en reina de Inglaterra. Esta corte, en la que figuran una veintena de damas, algunos trovadores y varios caballeros conocidos por su galantería con las damas, examina problemas amorosos y dicta sentencias, basándose en el código del amor, del que extraemos algunos de sus treinta y un artículos:

El matrimonio no es una excusa legítima contra el amor.

Quien no sabe callar, no puede amar.

Nadie puede tener dos relaciones a la vez.

El amor debe siempre aumentar, no disminuir.

No hay ningún sabor en los placeres que un amante oculta al otro sin su consentimiento.

En amor, el amante que sobrevive al otro debe guardarle la viudedad durante dos años

El amor nunca se hospeda en la casa de la avaricia.

La facilidad del disfrute disminuye su precio, la dificultad lo aumenta.

Cuando el amor disminuye, pronto acaba; pocas veces se recupera.

El verdadero amante siempre es tímido.

Nada impide que una mujer sea amada por dos hombres, ni que un hombre sea amado por dos mujeres.



Las preguntas que la Corte de Amor debe responder, a menudo resultan muy sabrosas. Una de las preguntas favoritas de Leonor y que ella siempre plantea es:
“¿Puede existir verdadero amor entre marido y mujer?”
Espera con ansías renovadas la respuesta. La sentencia del jurado del tribunal de su Corte de Amor no se hace esperar:
“Por unanimidad decimos y afirmamos que el amor no puede implantar sus derechos entre dos personas casadas. En efecto, los amantes se lo dan todo, mutuamente y gratuitamente, sin ser obligados por ningún motivo de necesidad, mientras que los esposos deben recíprocamente soportar sus voluntades y les es obligatorio el no negarse nada ... ”
Esta es una sentencia sabia, ya que complace a ambos, Enrique II el Rey de Inglaterra y a su Reina, Leonor. Ambos tienen sobrados motivos para sentirse satisfechos.


Ahora la Corte de Amor de Leonor tiene que resolver el siguiente problema:

“Un caballero requiere de amores a una dama a la cual no logra convencer. Le manda algunos honestos regalos que la dama acepta. A pesar de ello, ésta no disminuye su habitual severidad. Él se queja de haber sido engañado por una falsa esperanza que le ha dado la tal señora al aceptar los regalos”.

La sentencia es la siguiente:

“Es preciso que una dama, o bien rehúse aceptar los regalos que se le hacen para conquistarla, o bien que pague la recompensa, si los acepta. Si lo hace sin dar nada a cambio, debe sufrir el verse incluida en la categoría de simple cortesana”.

Algunas de las preguntas resultan hoy muy extrañas. Esta, por ejemplo:

“Una señorita que tiene una relación amorosa con un caballero, se casa con otro; ¿tiene derecho a rechazar al antiguo amante o debe seguir concediéndole sus favores?”

He aquí la admirable respuesta que emite el jurado:

“El advenimiento del lazo matrimonial no excluye de derecho al primer compromiso, a menos que la dama rechace el amor y declare hacerlo para siempre”.

Con tal sentencia se aprecia cuán falseada ha sido por los románticos la visión de los trovadores y el sentido real del amor cortesano.

Cuando Leonor vuelve a Londres, se lleva con ella una última canción de Bernardo, que todavía no está repuesto de su triunfo, que ha tardado tres años en conseguir:

“Ella no puede negarme su amor ahora.
Yo seré capaz de recordar por siempre
De ella y de sus actos tengo testimonios dentro de mí…”


Lo cual es de gran gentileza, pero de poca discreción

En el transcurso de diez años, Leonor pasa más tiempo en Poitiers que en Londres. No sólo a causa de Bernardo y de su corte de amor, sino porque además se ocupa con ardor y con mucha inteligencia del manejo de sus dominios aquitánicos.
Además, el estar lejos de su esposo, el Rey Enrique II de Inglaterra con el cual ya no se entiende, no le desagrada en absoluto.



Bibliografía:

http://en.thinkexist.com/quotation/We_owe_to_the_Middle_Ages_the_two_worst/221682. html
http://www.rencentral.com/feb_mar_vol2/lovemarriage.shtm


TOWNSEND WARNER, George & MARTEN, C. H. K., The Groundwork of British History (London, 1923)
FRASER, Antonia, editor, The Lives of the Kings & Queens of England, (Weinfeld and Nicolson, England, 1975)

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