jueves, 18 de febrero de 2010

Katya en el Espejo

Katya en el espejo

Sobre la cómoda está todo perfectamente ordenado. Todos los cosméticos acomodados en el rincón derecho; a la izquierda, varios frascos pequeños conteniendo cada uno de ellos exóticas y caras fragancias; en el centro, un juego de pinceles y brochas, de esas que se usan para maquillarse, una libretita al lado de su celular, una cajita de papel tissue, lociones tónicas y cremas de limpieza y nutritivas, … lo habitual. Nada contrario a lo usual en el tocador de una mujer, especialmente joven y hermosa como es Katya

Katya se mira al espejo. Está satisfecha con la imagen que la bruñida superficie le devuelve. Pero repentinamente se siente confundida porque detrás de su figura se desdibuja el reflejo de los objetos que se encuentran en su habitación, apareciendo en su lugar un sendero largo, flanqueado por una frondosa arboleda. La senda sombría y amena parece invitarla a una sosegada caminata. Todo es verde, fresco, colorido. Katya atraviesa la reluciente superficie y comienza a transitar. Sus ojos miran los arbustos florecidos. Sus oídos se deleitan con el canto de los pájaros que, volando de rama en rama, parecen acompañarla con sus melodías. Además la brisa parece susurrar una canción al moverse entre las hojas de los árboles.
Se pregunta si esa paz, esa calma que se siente es porque ese lugar es el paraíso. Repentinamente, se quiebra la placidez de su paseo. De la nada, sale una mujer que la detiene. Su aspecto es altivo, soberbio. Una sonrisa aviesa se dibuja en su rostro. Semeja un ave de rapiña de alto vuelo.
Katya quiere volver atrás pero ya no puede, porque el camino que había transitado se ha vuelto un lugar riscoso, cubierto de maleza, ramas y arbustos espinosos, que lo hace imposible. No le queda más remedio que enfrentarse a la recién llegada. Ésta se presenta como la Maldad y le dice que quiere hablar con Katya. Tiene mucho que decirle, agrega, porque ambas son iguales.
Katya la rechaza. No la reconoce como su igual. A ella no le gusta la maldad, no la practica. Es más, cree sentir que tiene una natural inclinación a hacer el bien.
La mujer le pregunta que quien le ha dicho que son diferentes. Son más iguales de lo que físicamente pueden parecerse.
Lo que diferencia a ambas es que la mujer admite su maldad mientras Katya no acepta ser mala por lo que no tiene nada que reprocharse al respecto.
La mujer se sonríe perversamente y comienza la enumeración de los actos erróneos de la joven: … que corta flores para alegrar su habitación y las deja marchitar sin siquiera cuidarlas;… que tiene pájaros enjaulados con el pretexto de darles de comer y cuidarlos sin pensar que los pájaros nacieron libres para ser libres;… que se hace servir por criados, menospreciados por ella, quienes la obedecen por miedo a perder sus trabajos.
Katya interrumpe el monólogo de la mujer diciéndole que ella los trata bien y les paga mejor. Pero se queda sin respuesta cuando la mujer desde el espejo le recuerda que entre sus servidores está su prima, Ana, a la que se complace en tiranizar, exigiéndole que la peine, que le arregle los vestidos, que le alcance cuantos caprichos se le ocurran.
Como justificándose, Katya dice que su prima, a quien ella realmente quiere, está en su casa desde que quedó huérfana y que si no estuviera con ella quien sabe donde estaría.
La mujer le responde fríamente que quizá en algún otro lado, trabajando con dignidad, pero sin que nadie le esté marcando su pobreza.
Repentinamente el camino que se refleja en el espejo comienza a estrecharse y sólo queda espacio para un caminante. Katya reclama su derecho de paso y trata de apartar a la mujer. Ésta no se mueve y advierte que no se apartará, porque ella es la maldad que Katya tiene dentro de sí. Es su parte egoísta, su maldad disfrazada de bondad. Ahora que la mujer le ha mostrado a Katya su verdadera alma, le dice que mire su cara en el espejo y vea que ambas, ella y Katya, son iguales.
La cara de la mujer en el espejo se desvanece, así como el camino, lleno de ramas secas y arbustos espinosos, desaparece. Detrás del rostro de Katya vuelven a reflejarse los objetos que se encuentran en su habitación. Y a su lado, sobre la bruñida superficie, la imagen de su prima esperándola con el cepillo para alisar sus cabellos.

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